sábado, 22 de agosto de 2009

Si alguien se aproximara con una encuesta para saber mi opinión sobre la equidad de género, más aún, acerca de mis convicciones a propósito de la igualdad entre hombre y mujer, seguramente que daría algún par de respuestas políticamente correctas.

Sin embargo les comparto algunas reflexiones muy profundas sobre la persona que más a la mano tengo: Yo mismo. La verdad es que recibí una buena educación en mi casa paterna y materna. Razón por la que creo que siempre he tenido y ejercido consideración hacia la mujer, máxime si se trata de mujeres mayores de edad. Sin embargo, hay que decirlo, reconozco que algunos prejuicios se han logrado filtrar. De la manera que se filtran en razón de la cultura y las subculturas presentes en todos lados. Antes de casarme Yo, tuve una larga vida de soltero donde la premisa era el "no compromiso", aunque sin privarme de relaciones con mujeres en muy diversos tonos. Yo estaba convencido que si no mentía e ilusionaba con falsas promesas a la chica en cuestión, en ese caso la mujer accedía libremente a mantener una relación sin compromiso alguno. En no pocas ocasiones finalmente me reclamaron un mayor involucramiento, a lo que yo automáticamente respondía casi mecánicamente: "Yo no te prometí nada, ni te dije que te quería ni la luna y las estrellas". La persona tenía que aceptar esa realidad y se iba o se quedaba bajo esas condiciones. Todo eso que les platico durante un tiempo me hizo sentir bien, como dueño de la situación y sin remordimiento alguno. Así transcurrió gran parte de soltería, hasta que por alguna razón que no ubico, empecé a reflexionar un poco sobre la posibilidad que de alguna manera Yo me estuviera aprovechando de la ventaja que generalmente tiene el hombre aun en el plano de una relación afectiva. Ya saben, un hombre puede involucrarse con una mujer sin meter el corazón, y la mujer no, no le es posible involucrarse sin mediar el sentimiento (bueno, siempre hay excepciones). Se supone que en los países "avanzados" este rol en la mujer cambia. Es más, la aparición de la píldora fue el hito que marcó una nueva era de libertad sexual de la mujer (con el regocijo de los hombres por supuesto). No obstante este último apunte, sigo pensando que la mujer aunque sea del primer mundo y una mujer actual y liberada, sigue siendo mujer y con una naturaleza que la víncula con cualquier mujer de otra latitud. Sigue siendo más genuina y transparente en las cuestiones del corazón que el hombre. Yo, en mis últimos años antes de "ponerme la soga al cuello" (broma machista) caí en una frustación terrible que me llevó a la depresión y entre otras cosas a subir de peso (como no le hago a las drogas ni a la bebida, pues terminé enriqueciendo a cuanto negocio de comida chatarra había a mi alrededor). Yo mismo había creado una situación de vacío terible con una serie de relaciones sin más mérito que obtener puntos sin mayor inversión de mi parte. Fue de esa manera que pagué todas las que hice. Que operé con la más grave de las actitudes machistas, que lejos de ser considerado arrastré los sentimientos de varias mujeres.

En fin, luego que salí de esa situación tuve la suerte de conocer a Malena, mi esposa. Cuando por fin decidimos casarnos, y después de mi terrible experiencia, le propuse hacer vigentes todas nuestras convicciones sobre la equidad de género. Y yo le dije, sin más, que no me interesaba tener una ama de casa y, por lo tanto, no me atendiera o que "estuviera al pendiente" de lo que Yo quería o deseaba. Por lo tanto, que no me hiciera de comer, ni me lavara la ropa o que me zurciera un calcetín. Que yo haría todo eso (años de soltería me hicieron capaz de darle vuelta a mi naturaleza de hombre mal acostumbrado). En todo caso, si decidía hacer de comer me invitara y ya. En un principio, durante los primeros todo fue relativamente bien. Hoy en día tengo que confesarles que hay momentos, sobretodo cuando llegó en la tarde a la casa (y de todos Ustedes) que desearía ser consentido y atendido. Que Malena se desviviera por servirme alguna bebida o cualquier otra cosa. Y es que la verdad señoras y señores, mi naturaleza no la puedo evitar, alguna parte de mi es un macho redomado que no entiende ni a madrazos. Las cosas no habrán de cambiar, Malena seguirá gozando de la igualdad que le corresponde, y yo seguiré pensando entrañablemente en aquellos tiempos donde el hombre era el rey de su casa.

Malena en algún momento terminará su doctorado, título que Yo no tendré mientras no haga una tesis que por cierto... nunca haré. Es posible que consiga con su perfil académico un muy buen puesto incluso mejor que el mío. Eso, amigas y amigos, será el nuevo reto que tendré que vencer Yo y mi machismo soterrado.

Los que quieran hacer sus comentarios sean bienvenidos, les dejo mi buen nombre para que lo hagan pedazos.

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